Hacía cinco meses que me había mudado a la silla. Era muy estrecha, de plástico, blanca, rígida y estaba mal atornillada.

El primer día solo aguanté en ella un par de horas; y ahora, que ya no puedo volver a sentarme, me doy cuenta de que podría haberme quedado en ella toda la vida.

Si estiraba el brazo, sujetaba tu mano. Si levantaba la vista, me hablaban tus ojos. Estaba tan cerca que podía respirarte. Yo, en la silla, y tú, tumbada, en silencio, contándome tantas cosas.

Era, sin duda alguna, la mejor silla del mundo.

La silla

Abro los ojos.

Muchachas sonrientes de blancos uniformes con girasoles en la solapa revolotean a mí alrededor.

Un mínimo pinchazo en el pecho.

Paz.

 

Abro los ojos.

Olor a canela y almíbar. Manzanas de caramelo y arroz con leche.

 

Abro los ojos.

Olivos plenos de aceitunas.

 

Abro los ojos.

Mozas en el pilar lavando la ropa. Revuelo entre blancos lienzos.

Y una sonrisa que detiene el tiempo.

 

Abro los ojos.

El cuerpo desnudo de una mujer.

 

Abro los ojos.

El llanto de un recién nacido desborda mi alegría.

 

Abro los ojos.

Una presencia me conforta. Susurros cálidos, cálidos abrazos.

Y un beso que sabe a despedida.

 

Abro los ojos.

Mi abuelo me coge la mano.

 

Cierro los ojos.

Cierro los ojos

Siempre hizo frío porque nunca estabas. Me pasé la vida temblando, helada, hasta que te vi allí, tan frágil, sobre aquella cama: qué ironía que un temblor sacuda otro temblor del fondo del alma. Lo sabía la lluvia, pero no quise escucharla.

Conseguiste el milagro de sacarme de casa, de sentirme capaz, aunque jamás preparada. Por fin me diste la mano y allí mismo estallé en llamas; me diste el poco calor que aún te quedaba y ahora lo porto como una antorcha iluminando el camino que antes tanto aterraba. Me enseñaste a luchar y me convertí en incendio para vencer a esos demonios que también me observaban desde los verdes espejos. Tú tenías la mirada; yo, las palabras.

Descubrí tarde que siempre fuiste un fénix y que ese fuego también se heredaba. Te convertiste en ceniza, pero me dejaste las alas.

Gracias por el fuego.

Gracias por el fuego

Cuando el séquito de familiares y doctores entró en mi habitación, lo tuve claro. Había perdido la guerra.

Las retiradas a tiempo, dicen, son victorias y me gusta ganar. Los cuidados paliativos suponían la forma más digna de retirada. Me regalaron 50 horas de dignidad.

Sabiendo que cualquier momento podría ser el último, necesitaba dejar algunos aspectos en orden. Durante 48 horas, me despedí de todas las personas importantes y escuché atentamente todo lo que querían decirme.

Saludé a las que me esperaban en el otro lado.

En medio de este choque de realidad, entré en una búsqueda desesperada para encontrar la paz, el sentido a mi vida. Hice un recorrido sobre todos los acontecimientos más significativos buscando porqués y para qué.

De repente,

Una canción de despedida…

El amago de un beso…

Te quieros…

Amor infinito.

En dos horas comprendí que no necesitas buscar lo que siempre has tenido.

Reunión de pastores… oveja muerta

Que difícil es explicar lo que no se entiende. Si hace una semana me preguntaran, ¿Qué unidad médica valoras más? Hubiera respondido… Cardiología u oncología (sin desmerecer). Pero resulta que a través de mi madre he tenido que vivir lo que son los cuidados paliativos. ¡Ay! ¡Que ignorantes somos! Son los médicos, enfermeros y enfermeras y auxiliares de la dignidad. ¡Qué labor realizan! y que forma de tratarte y de compartir tu dolor, de hacer que los últimos momentos, siendo duros, como son, sean humanos, dignos…
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Profesionales de la planta 6 del Hospital Universitario Virgen del Rocío

Lo que más recuerdo de ella es el sonido de sus pasos acercándose, primero fueron pasos lentos, titubeantes, más tarde se convirtieron en un arrastrar los pies por el Centro de Salud , y finalmente en un paso y ruido de muleta al mismo tiempo , un taconeo incesante que nos delataba a todos su presencia y su mayor o menor urgencia.
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Esperanza

Acabo de llegar muy emocionada de una charla a la que me ha invitado a participar el equipo de CUIDADOS PALIATIVOS como familiar que ha pasado recientemente por el proceso de preparación a la muerte. Se debería poder hablar con naturalidad y sin tabúes sobre ello porque es algo que nos puede acontecer a cualquiera en primera persona, tanto si eres el que te vas como si quedas un poquito más en esta vida pero vive esa muerte alguien cercano. 
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Cuando el «no» es «no»

Soy viuda de un hombre maravilloso y luchador hasta el final. Pasamos juntos por un cáncer y como consecuencia: Radioterapia, quimioterapia, traqueostomía, sonda de gastrostomía y posteriormente nasogástrica y a pesar de todo, no perdió sus ganas de vivir y luchar. Tuvimos la suerte de contar con Mati (Enfermera gestora de casos y miembro de la Comisión de Cuidados Paliativos de la Unidad de Gestión Clínica de Priego Córdoba).
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A Mati y a Charo

Empezó torciendo la boca, pensábamos que estaba de broma.

Quince días más tarde se cayó tres veces al suelo desplomado y su coordinación se había reducido.

Le hicimos un TAC donde yo trabajaba y había dos lesiones en el lado derecho del cerebro.

En ese momento, me desapareció el suelo de los pies, pero pensé “A este toro hay que cogerlo por los cuernos”, pero no pudo ser así.
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Cuando el suelo desaparece de los pies

Buenas tardes.

Mi nombre es ____, soy la madre de un niño que ha sido atendido por la Unidad de cuidados paliativos pediátricos de Granada…
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Al equipo de cuidados paliativos pediátricos de Granada