La alimentación no es sólo una fuente de nutrientes, sino que tiene un importante significado personal, social y cultural y es símbolo de salud y bienestar.
En la enfermedad es uno de los motivos más frecuentes de preocupación y sufrimiento en pacientes y familiares. Para la familia, la comida es uno de los medios más importantes que tiene para expresar afecto al ser querido y uno de los instrumentos más eficaces para sentirse útiles en el cuidado de pacientes con enfermedad avanzada.
La finalidad principal de las medidas terapéuticas nutricionales es que la persona disfrute de la mejor calidad de vida posible y evitar sufrimientos.
Las estrategias de nutrición y objetivos irán cambiando y adaptándose a la situación de la persona y a la fase de su enfermedad.
También debemos recordar que, en muchas ocasiones, el hecho de forzar la alimentación no va a tener unas consecuencias positivas sobre el bienestar de la persona enferma ni su calidad de vida, siendo una causa de sufrimiento añadido.
Es importante prestar atención y tratar las causas evitables que pueden generar o aumentar la falta de apetito (náuseas, vómitos estreñimiento, disfagia, micosis, aftas, alteraciones dentarias…)
A nivel general, y cuanto más se acerque el final de la vida, el objetivo es comer lo que se quiera, cuanto se quiera y cuando se quiera.
Es importante tener una actitud positiva ante la comida y pensar que comer es un placer. Más que buscar un equilibrio nutricional rígido, lo que nos interesa en estos casos es que la persona enferma paciente se alimente y que disfrute de lo que está comiendo en la medida de lo posible.
Conviene tener a mano una amplia variedad de alimentos, para escoger lo que más apetezca y preparar pequeñas porciones que resulten apetitosas, en lugar de un plato muy abundante.
Cocinar a menudo pequeños “caprichos culinarios” en función de los gustos particulares de cada persona.
Consejos para aumentar la ingesta
- Las comidas no pueden improvisarse, deben planificarse y elegir opciones de alta densidad energética.
- Animar a las personas a comer, aun cuando no tengan hambre. Vigilar el consumo de alimentos (presencia, olor, compañía, etc.) y tener en cuenta las preferencias y aversiones.
- Disponer de alimentos de fácil disponibilidad que gusten mucho, individualizando al gusto de cada uno.
- Intentar no saltarse ninguna comida y complementarlas con tentempiés.
- A menudo un suplemento líquido entre comidas resulta eficaz: un batido, zumo o yogur líquido enriquecidos.
- Modificar la textura en caso necesario para mejorar la capacidad de masticación o deglución.
- Evitar ingerir líquidos con las comidas para evitar sensación de plenitud.
- No centrar todo el aporte calórico extra en azúcar y productos azucarados, habrá que tener en cuenta este aspecto sobre todo en caso de pacientes diabéticos, pacientes con candidiasis…
- Dividir lo que se va a comer en raciones pequeñas, comiendo poca cantidad cada vez, pero más veces al día. Establecer un mínimo de 5 comidas al día e intentar no saltarse ninguna. Coma despacio, en pequeñas cantidades
- Variar a menudo el tipo de alimentos y la forma de preparación. Evitar los sabores muy fuertes.
- Cuidar los detalles y la presentación de los alimentos.
- Fuera de las comidas, evitar pensar en los alimentos o en temas relacionados con la comida.
- Cuidar el estado de ánimo y las relaciones sociales, tratando de comer en compañía, en un ambiente agradable.
- Flexibilizar los horarios, casi a demanda de la persona enferma.
- Si ha perdido la capacidad para saborear los alimentos: tómelos a temperatura ambiente, no mezcle sabores, utilice cubiertos de plástico y no de metal y realce su sabor con especias, hierbas aromáticas, cebolla o limón.
- No abusar de alimentos con calorías vacías (aperitivos salados, bollería industrial, refrescos) ni alimentos muy grasos que llenan enseguida y nos impiden seguir comiendo.
Puede consultar ejemplos de preparados alimenticios caseros en el siguiente documento de elaboración propia.