Cuando el séquito de familiares y doctores entró en mi habitación, lo tuve claro. Había perdido la guerra.

Las retiradas a tiempo, dicen, son victorias y me gusta ganar. Los cuidados paliativos suponían la forma más digna de retirada. Me regalaron 50 horas de dignidad.

Sabiendo que cualquier momento podría ser el último, necesitaba dejar algunos aspectos en orden. Durante 48 horas, me despedí de todas las personas importantes y escuché atentamente todo lo que querían decirme.

Saludé a las que me esperaban en el otro lado.

En medio de este choque de realidad, entré en una búsqueda desesperada para encontrar la paz, el sentido a mi vida. Hice un recorrido sobre todos los acontecimientos más significativos buscando porqués y para qué.

De repente,

Una canción de despedida…

El amago de un beso…

Te quieros…

Amor infinito.

En dos horas comprendí que no necesitas buscar lo que siempre has tenido.