Empezó torciendo la boca, pensábamos que estaba de broma.

Quince días más tarde se cayó tres veces al suelo desplomado y su coordinación se había reducido.

Le hicimos un TAC donde yo trabajaba y había dos lesiones en el lado derecho del cerebro.

En ese momento, me desapareció el suelo de los pies, pero pensé “A este toro hay que cogerlo por los cuernos”, pero no pudo ser así.

Monté el hospital de campaña en el salón de casa, con la vida del revés y procurando aprovechar cada minuto que pudiéramos pasar con él. Que nos sintiera cerca, que escuchara el jaleo de sus hijos, que oliera el guiso que se preparaba en la cocina.

Intentaba así alcanzar en lo posible las necesidades suyas y de mis hijos, desde casa y no desde un hospital.

Queríamos recordar cómo había sido siempre, aunque de él cada día quedaba menos, casi olvido su voz, con lo bonita que era.

Aprendimos del dolor, del amor generoso e incondicional, de la vida y cuando se apagó su luz, el vacío, la soledad, el alma rota; no nos dejaban darnos cuenta de que él seguía en muchas de las cosas que somos y hacemos.

Tocaba recuperar los recuerdos de 26 años haciendo equipo.

Ya han pasado dos años y el dolor ya no me rompe pero sigue ahí, alojado en mi corazón.

Poquito a poco…

 

Pepa Montero

Edad: 47

Rol con Cuidados Paliativos: Persona cuidadora principal/Enfermera